Un patio cordobés ocupado

Llega mayo y Córdoba recibe a su mes por excelencia. Ése que el calendario le guarda cada año para sus fiestas: Cruces, Cata del Vino, la Feria y, sobre todo, su Fiesta de los Patios. Un evento muy arraigado en la cultura popular y reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2012.

Dicha celebración tiene lugar principios del mes y por espacio de doce días. Las casas-patio son viviendas colectivas habitadas por varias familias, que poseen un patio en común y están situadas en el barrio viejo de la ciudad. Los patios están ornamentados con un sinnúmero de flores plantadas en arriates y macetas, que se cuelgan en las paredes o se colocan sobre el típico pavimento de chino cordobés. Junto a ellas los pozos o las fuentes embellecen el recinto, conformándose una hermosa imagen en la que se fusionan agua, luz y vegetación, un claro reflejo del pasado árabe de la ciudad. En el concurso se otorgan diversas categorías de premios en función de la ornamentación vegetal y floral de los patios, rejas y balcones. Los patios están abiertos al público durante toda la fiesta. Los vecinos, junto con sus familias y amigos, se agrupan para adornar los patios, que se convierten en lugares de encuentro intergeneracional y esparcimiento, fomentándose un modo de vida colectivo sostenible basado en el establecimiento de vínculos sociales y de redes de solidaridad e intercambios entre vecinos. El origen arquitectónico de los patios es herencia de la casa islámica, que se caracterizaba por la construcción de fachadas orientadas hacia su interior. Tras la conquista cristiana de la ciudad esta estructura arquitectónica se mantuvo y aún perdura en las actuales viviendas.

La versión oficial nos cuenta que Córdoba comenzó a abrir las puertas de sus patios al público en 1918. Una costumbre que se formalizaría cuando el alcalde Francisco Fernández de Mesa convocó por primera vez el «Concurso de Patios, Balcones y Escaparates» en 1921, pero el Ayuntamiento no volvió a celebrar el concurso hasta 1933 por la escasa respuesta obtenida. El certamen vuelve a interrumpirse con el estallido de la Guerra Civil y prácticamente no se recuperaría hasta 1944. Sin embargo, dicha versión evita hablarnos de una parte fundamental de la memoria histórica de la ciudad: en Córdoba siempre hubo patios. Y en ellos, solían vivir hacinadas muchas familias pobres en pésimas condiciones de vida, que sobrevivían gracias al apoyo mutuo y la solidaridad entre vecinos y que eran frecuentemente represaliadas por el régimen franquista cuando intentaban luchar por sus derechos más básicos. Fueron esos patios y no los de los ricos -donde vivía una sola familia adinerada- los que se sacaron a concurso en un intento de consolidar un reclamo turístico y una imagen de la ciudad encalada y engalanada como escaparate para el disfrute de la clase dominante. Pero eso de hablar de miseria, explotación y represión parece no haber importado demasiado a las administraciones o a la UNESCO a la hora de inscribir como merecía esta Fiesta de Córdoba. Se ve que, sin esa memoria histórica, todas dormimos mejor en este mayo nuestro.

Con la llegada de la democracia, los procesos de gentrificación y especulación urbanística desplazaron a la población tradicional del casco histórico y a las clases populares hacia las periferias en expansión de la ciudad. Esa fiebre del ladrillo y un turismo salvaje e insostenible han ido convirtiendo, poco a poco, gran parte del centro en un parque temático para turistas a quienes nuestros jóvenes sirven copas y salmorejos, gracias a los empleos precarios que les brinda un sector hostelero voraz, mientras piensan en emigrar a otro país. Y es que en esta ciudad, como en tantas otras del resto del Estado, no paran de cerrarse tiendas y negocios tradicionales para poner en su lugar bares que privatizan el espacio público con sus veladores. Los alquileres de vivienda en el centro tienen precios desorbitados y para los propietarios es más rentable arrendar las mismas a turistas que a sus propios vecinos.

A pesar de todo esto y del escaso apoyo institucional que recibe esta Fiesta en Córdoba (donde incluso se utiliza a voluntarios para tareas de promoción turística del propio Ayuntamiento, a través de «Córdoba en Azahar», disfrazando de voluntariado trabajos que deberían ser remunerados), hoy son cientos los patios que se abren al público, dentro y fuera de concurso, mostrándonos el valor de lo común y lo colectivo en tiempos de individualismo y mercantilización de lo público. Uno de esos Patios con mayúsculas es el que se encuentra en la céntrica Plaza de las Cañas: un patio de vecinos ocupado desde el año 2015 por cuatro familias en situación de emergencia social pertenecientes a la Plataforma Stop Desahucios, que fue un antiguo hostal a cuyo dueño desahució el Banco Santander dejando el inmueble varios años vacío y sin uso alguno.

Pero este caso, por desgracia, no es algo puntual: el último censo de vivienda, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística en 2011, cifra en 55.676 las viviendas vacías existentes en Córdoba y su provincia. En la capital no es menos llamativa: el INE contabiliza unas 17.615. Andalucía, por su parte, cuenta con 637.221 viviendas vacías, dejando a nuestra comunidad autónoma con el triste título de ser la que más acumula viviendas sin uso en todo el Estado.
Por contra, unas 600 familias cordobesas se encuentran en riesgo de quedarse sin casa, de no poder pagarla y de tener que optar por la ocupación según un estudio realizado en 2017, dirigido por el profesor de la Universidad de Córdoba José María Manjavacas, sobre la ocupación de viviendas vacías por parte de familias en la ciudad. Otro dato preocupante es que de 2008 a 2016, más de 6.000 familias han perdido su casa en Córdoba y más de 85.000 en toda Andalucía. A la luz de las cifras y a pesar del discurso gubernamental de la recuperación, el lema tan coreado por las PAH «Ni gente sin casa, ni casa sin gente» parece más vigente que nunca.

Volviendo al caso concreto del antiguo hostal de la Plaza de las Cañas -propiedad del Banco Santander-, hemos podido hablar con Alba Reyes y Álvaro Arbizu, una de las cuatro familias que viven allí. Nos cuentan que, de momento, no van a ser desahuciados pese a las presiones recibidas. La Oficina Municipal de la Vivienda y Stop Desahucios han intermediado el pasado mes de marzo entre los residentes que ocupan el inmueble y el banco. De esta forma, el pasado 20 de marzo, lograron que el Santander paralizase el lanzamiento de las familias que ordenaron dos sentencias judiciales, pero reconocen que, hasta que no lleguen a un acuerdo definitivo, no van a poder vivir tranquilos. Añaden que aún no se ha sentado ningún responsable del banco a negociar con ellos.

Alba y Álvaro tienen un hijo y esperan a otro que viene de camino. Nos explican que, cuando llegaron, el hostal estaba en muy mal estado y las familias, junto con la plataforma Stop Desahucios, lo reformó y adecentó. Nos confiesan que se sienten muy integrados en el barrio y así lo confirma la Asociación Vecinal La Axerquía. Este año han querido ir un paso más allá y embarcarse en la aventura de abrir su patio al público, para devolver a sus vecinos una parte de lo que han recibido en estos años. «Queríamos abrir nuestras puertas, que la gente nos conociera y viese este lugar tan bonito. Nos han regalado muchas flores y macetas y entre todas hemos conseguido que haya quedado precioso», explica Álvaro. Añade que les pareció una muy buena idea visibilizar la lucha por una vivienda digna a través de una manifestación de la cultura popular cordobesa como es la Fiesta de los Patios, logrando así convertir la cultura en una herramienta de transformación social.

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